La
Institución Javeriana nace en 1941, como respuesta a la
situación de la juventud femenina trabajadora, que vivía en
condiciones sociales y humanas desfavorables y que en ese
momento se encuentra muy poco atendida por la Iglesia y por la
sociedad.
El
Padre Manuel Marín Triana, S. J., nuestro fundador, centró
sus preocupaciones en la realidad de “miles de muchachas de
alrededor de catorce años que, cada año, deja la escuela y
comienzan su lucha por la vida, buscando plaza en las fábricas,
en los talleres, en el servicio particular... y en las
consecuencias lamentables que trae para la juventud femenina
trabajadora ese trámite rápido a la vida de trabajo, al abandono
material y moral en que muchas de esas jóvenes tienen que
trabajar para ganarse la vida”.
Convencido de que para “remediar ese desorden social y humano”
era necesaria una consagración total, funda la Institución
Javeriana, actualmente Congregación religiosa de derecho
pontificio, con el fin de realizar un apostolado de vanguardia y
penetración con la juventud femenina, especialmente la
trabajadora.
La consagración a Dios y el compromiso de vida comunitaria son,
desde el principio, elementos esenciales de la Institución.
Para cumplir su misión “allí donde las necesidades y las
dificultades son mayores”, la Institución organiza unos modos de
vida y apostolado de tal manera adaptados y flexibles, que
eviten las barreras psicológicas que pueden impedir el necesario
acercamiento a las jóvenes y a su propia vida.
La Institución se ha fundado para formar en la avanzada del
ejército apostólico de la Iglesia y hacer reinar a Jesucristo en
ese mundo materializado y descristianizado que es el mundo del
trabajo, llegando allí donde no han penetrado otros Institutos
religiosos.
De estos elementos esenciales, vividos por las javerianas en la
realización de su misión, surge una manera de ser propia, que
caracteriza a la Institución Javeriana en la Iglesia.
A partir del Concilio Vaticano II, la Iglesia invitó a los
religiosos a realizar una tarea de renovación, para que,
escuchando los “signos de los tiempos”, dieran una respuesta más
adecuada a los interrogantes y problemas del mundo de hoy.
La Institución ha realizado esta tarea de renovación desde una
vuelta al Evangelio como fuente de su vida y misión, en un
esfuerzo por desentrañar lo que sería hoy el carisma
fundacional, y buscando conseguir una mejor comprensión del
mundo actual para responder más adecuadamente a sus
necesidades. Esta renovación responde a la voluntad expresa del
fundador que concibió la Institución adaptada y flexible “apta
para la mentalidad de cada tiempo”.
La Iglesia en los últimos años ha entendido que su fidelidad al
Evangelio le exige una mayor sensibilidad hacia los pobres y
oprimidos, una mayor atención a sus preocupaciones y esperanzas.
La Institución Javeriana, participando de este caminar, refuerza
hoy su opción por los pobres, explícita en su espíritu desde el
momento de su fundación: “viendo en las jóvenes que ganan su pan
con el trabajo cotidiano la porción escogida de Cristo, que dijo
que venía al mundo para evangelizar a los pobres...”.
(Constitución
Inst. Javeriana) |